miércoles, 19 de marzo de 2014

De tripalio.

Sobre el trabajo.


Trabajo: 2. m. Ocupación retribuida. 


¿Por qué trabaja la gente hoy en día? El trabajo es un estado de retribución, esto es, el hacer algo por una recompensa. ¿Pero cuál es la recompensa a este estado retribuido?

Escribía Rafael Gambra Ciudad que «si preguntas al zapatero cuál es la causa de su alegría, no le creas cuando te hable del dinero que ha ganado o del descanso que le aguarda: Él mismo ignora que su felicidad está en transfigurarse en las babuchas doradas que ha terminado» (GAMBRA CIUDAD, R.: El silencio de Dios, Prensa Española, Madrid, 1968. p. 94). Esto sería cierto en cuanto más tradicional es la sociedad o el trabajo, sobre todo al tratarse de un oficio por y para humanos. Pero en la actualidad, según avanza el capitalismo, los trabajos se tecnologizan más.

Estos trabajos deshumanizados y tecnologizados encuentran más ejemplos en el "tercer sector", donde los ya androides hacen su oficio a base de apretar botones y teclas. Tal y como apuntaba Javier Garisoain en la presentación del partido político Impulso Social, «los médicos y los maestros por culpa de una administración absorbente, se pasan el día mirando a una pantalla de ordenador en lugar en vez de mirar a la cara a sus pacientes o alumnos». El trabajo se ha deshumanizado en todos sus elementos, y por tanto una persona ya no trabaja por -como apuntaba Gambra- ver el fruto de su esfuerzo realizado y sentirse completo al saber que su obra tiene un resultado práctico para alguien. A eso no se puede llegar porque un máquina -verdadera hacedora del trabajo hoy en día- no tiene sentimientos ni consciencia.

En la actualidad, la gente ya no entiende que el trabajo tiene implicaciones metafísicas, pues no deja de ser una labor natural cuyo fin último es el movimiento de la sociedad. Alguien tiene que recolectar el trigo para que alguien pueda amasar el pan para que alguien pueda alimentarse. O alguien tiene que velar por la seguridad social para que alguien pueda encontrarse seguro en la calle. Y es precisamente esa satisfacción de hacer bien el "alguien tenía que hacerlo, me tocó a mí y lo hice bien" lo que de verdad tendría que llenar a un trabajador, no una retribución materialista y capitalista de "trabajo=dinero", el cual acaba siendo destinado en su mayor parte a pagar unos bienes de consumo. Es el gran retroceso de la sociedad contemporánea revolucionaria y liberal.

Acompañando a este alienamiento laboral y materialista, surge la "Ley del Mínimo Esfuerzo", según la cual cada uno busca la riqueza individual, rápida y lo más sencilla y cómoda posible. Esta ley tiene cierto reflejo en el desempleo, pues no aceptamos cualquier trabajo, sino que queremos estar en una oficina con calefacción en invierno y aire acondicionado en verano, trabajar cuatro días cinco horas cada uno, con una secretaria para que haga por nosotros las pocas tareas que tengamos, y cinco meses de vacaciones. Y no. Eso no existe. Y si hay algún trabajo así, se llega a base de esfuerzo y dedicación durante años, no de la noche a la mañana y sin hacer nada.

Al no encontrar este tipo de trabajo ideal, se producen dos consecuencias: Seguir esperando su llegada sin hacer nada salvo apuntarse al INEM o aceptar lo primero que aparezca, bien por prisa bien por necesidades económicas -necesidad última del trabajador de hoy en día-. Este segundo caso produce que haya gente empleada en en oficios que no querían, sin vocación real y a desgana, surgiendo la incompetencia laboral y tambaleando directa o indirectamente a la sociedad.

Tanto demandante para tan poca demanda en este "sector terciario" capitalizante y alienador, en el cual la gente no retribuye por resultados prácticos sino por plusvalía está produciendo la desaparición de los oficios tradicionales, según los cuales -retomando al citado Gambra- «la muerte del jardinero no es algo que afecte al árbol, pero si tú arrancas el árbol, matas dos veces al jardinero» (Ibíd. p. 95). Estos son los trabajos humanos, los que hechos por personas tienen fallos y son imperfectos, sin que pueda haber dos resultados idénticos y por los que -según el acierto o desacierto- la retribución personal no es la misma.

Y es que ser artesano, es todo un arte.

Artesano maderero cántabro.